Fue en el siglo pasado. Y la expresión, literal, sirve para ubicar en su tiempo lo que eran las comunicaciones: de teléfonos celulares, ni hablar, y eso de ver un partido de fútbol internacional por televisión era un hecho tan excepcional que merecía la reunión grande frente al aparatoso aparato, con colores de dudoso registro. Sin embargo, no fue hace tanto tiempo. O sí.
Corría el año 1988 y en la revista El Gráfico éramos varios los jóvenes cronistas fanáticos de la pelota rodando en canchas lejanas. Al principio de esa década, Italia había reabierto las fronteras y lo que sucedía en el calcio atraía tanto o más que lo que sucedía aquí cerca. Empezaba el éxodo, aunque todavía faltaba para que “Ruggeri rechazara desde España, Burruchaga asistiera desde Francia y Maradona definiera en Italia”, esa dificultad que luego se volvería costumbre en los seleccionados nacionales argentinos.
Para informarse de lo que sucedía allá, un ritual era caminar hasta el kiosco de diarios y revistas de Corrientes y Maipú: la felicidad era total cuando había llegado un nuevo ejemplar del Guerin Sportivo, la gran revista italiana, no precisamente barata. Por TV, cada tanto, algún partido del Napoli. Y los domingos, apurados resúmenes de goles.
Fue en esos tiempos que, en El Gráfico, nos lanzamos al primer censo de futbolistas argentinos por el mundo. “Made in Argentina”, se tituló, y una precaria infografía ilustró la doble página de apertura. En una tarea realmente titánica, se detectaron entonces 194 futbolistas en 26 países, entre los que estaban los obvios, como el mismo Maradona, pero también los raros, que le daban más satisfacción a la búsqueda: Camino en la India, Píccoli en Japón, Alfonso en Finlandia o Castelló en Canadá, por ejemplo. Conseguir los datos precisos y las fotos de cada uno de ellos era una ambiciosa aventura, que más se disfrutaba cuando de más lejos llegaba.
Curiosamente, no había ninguno en Brasil y Uruguay. En la poderosa Serie A italiana, además de Diego, brillaba Ramón Díaz en el Inter, habían aterrizado Caniggia y Troglio en el Verona, se destcaban Barbas y Pasculli en el Lecce, Dezotti buscaba su lugar en la Lazio y un tal Hugo Rubini, con inferiores en River y padre panchero en San Isidro, era tercer arquero en Juventus.
El segundo censo se hizo a principios de 1991 y el repaso subió a 288 “embajadores”, además de agregarse nuevas plazas, como Escocia, Australia o Paraguay.
El trabajo se volvió obsesión y en febrero de 1992 mereció la tapa de un producto especial, El Gráfico Plus, revista que se publicaba una vez por mes y se entregaba con el ejemplar semanal habitual, como una forma de competir con una inquietud editorial deportiva de Perfil que, finalmente, no prosperó. En aquel ejemplar, cuyo título de tapa fue “Fútbol for export” y se ilustró con una caja de encomienda, atada con papel de embalar, y ¡estampillas! con la imagen de cuatro futbolistas, no sólo se contaban los argentinos por el mundo sino que se hacía un repaso por todos los compatriotas que habían jugado y seguían jugando en el todavía poderoso calcio a lo largo de la historia.
Por eso, en la página 3 estaba uno de los primeros exportados, “Desde Libonatti, en los años ’20…”, y en la última página estaba la figura del momento, “…hasta Batistuta, en los ‘90”.
Se detectaron dos jugadores en Hong Kong (Domingo Gómez, en el Tectou, y Jorge Teriusen, en el Ienstentec). También se contaba esta historia: “Se llama Alejandro Ortiz, es argentino y a los 15 años fue adquirido por Atlético de Madrid en 20.000 dólares, cuando jugaba en la Liga Sanjuanina. Ahora se cotizó: dicen que no lo venden por menos de US$ 500.000. El pibe aprovechó para comprarles una casita a los viejos en San Juan y también los hizo conocer Europa”. El relato finalizaba con un lamento, que leído ahora parece una “naif” premonición: “Cada vez se lo llevan más pibes”.
Con Alejandro Ortiz hago ahora lo que no podía hacer entonces: googleo su nombre. Y me entero, en segundos, que su vida terminó trágicamente, en un accidente de tránsito, cuando sólo tenía 38 años. Aunque jugó en España, nunca llegó a destacarse demasiado, pero sí lo hizo en San Martín de San Juan, su provincia de origen, y también tuvo un paso por Talleres de Córdoba, San Martín e Independiente Rivadavia de Mendoza.
Así son las cosas ahora, aunque sólo parecen más fácil. Aquellos censos eran artesanales y apasionados. Los que realizan ahora mis amigos de “Argentinos por el Mundo” son iguales de apasionados y tremendamente rigurosos, hasta ubicar a miles de futbolistas argentinos en los más insólitos países del mundo. Añoro aquello y admiro esto.
*Daniel Arcucci es Secretario de Redacción del diario La Nación, donde trabaja desde 1997. Durante 14 años se desempeñó en la revista El Gráfico. Experto en Mundiales de fútbol, los cubrió todos desde México 86. Actualmente, es columnista del programa “90 Minutos de fútbol”, que se emite por Fox Sports.